El estilo minimalista gana cada vez más adeptos en el arte, pero también en la decoración e incluso se ha convertido en todo un estilo de vida. Es una forma de ser feliz con menos, de reducirlo todo a lo esencial. Tener lo básico, vivir con lo básico, prestar atención a lo esencial. Menos es más. Como nuestro Miraestels, dulcemente bamboleado por las aguas del mediterráneo, sin más necesidad que contemplar las estrellas cada noche, y observar desde la lejanía las ajetreadas y recargadas vidas de los ciudadanos de nuestra Barcelona.
¿Cuándo surge el estilo minimalista?
El minimalismo defiende la necesidad de reducir las cosas a lo esencial, renunciando a todos aquellos elementos sobrantes que realmente no están aportando nada.
El término surgió en los años 60 en Estados Unidos, es a partir de entonces cuando oímos hablar del arte minimalista en referencia a obras con un alto contenido intelectual pero baja manufactura. Uno de los ejemplos más claros es la obra de Marcel Duchamp.
Características del diseño minimalista
En todas las obras de este tipo podemos apreciar una serie de características comunes:
- Abstracción: en el sentido de que las obras solo operan en términos de color, formato y superficie.
- Producción estandarizada.
- Austeridad.
- Economía del lenguaje y los medios.
- Orden de los elementos.
- Geometría rectilínea y elemental.
- Sencillez.
- Purismo.
- Precisión de acabados.
- Ausencia de contenido formal.
- Desmaterialización.
Esta corriente no solo se hizo popular en el mundo de la pintura, también podemos encontrar escultura minimalista. En ella la repetición de formas dentro de una misma obra se convierte en una característica bastante habitual.
Del arte a la vida cotidiana
Decoración
La influencia del arte minimalista enseguida se dejó notar en otros campos como el de la decoración. A partir de los años 60 y 70 empezaron a aparecer en el mercado muebles de líneas rectas y sencillas, totalmente opuestos al “barroquismo” que había imperado hasta ese momento.
Surgió entonces un nuevo estilo decorativo que apostaba por reducir la decoración a la mínima esencia, priorizando la practicidad y consiguiendo que todos los elementos decorativos conformaran una unidad.
Las paredes evitan ornamentos innecesarios y lucen lisas y en tonos claros, o bien con algún revestimiento como la piedra. Los muebles se vuelven simples y funcionales, casi austeros, mientras que los textiles huyen de los estampados y los colores chillones, buscando siempre el equilibrio.
Un estilo de vida
La corriente del minimalismo ha extendido su influencia todavía más, convirtiéndose para muchos en un auténtico estilo de vida que defiende el poder conseguir la felicidad con menos cosas materiales.
Un buen ejemplo es el éxito de la japonesa Marie Kondo y sus nociones sobre orden en casa para vivir más a gusto y estar más felices, basadas principalmente en deshacernos de todo aquello que no utilizamos.
Los defensores del minimalismo como estilo de vida señalan que almacenar cosas no sirve de nada, de hecho, lo ven como una forma moderna de esclavitud, en el sentido de que estamos “atados” a esas cosas materiales que creemos que son importantes. Esto nos obliga a pasar más tiempo limpiando y ordenando del que deberíamos, quitándonos tiempo para dedicar nuestra vida a actividades que de verdad nos hagan felices.
Al final, lo que busca el estilo minimalista tanto dentro como fuera del arte, es simplificar las cosas y que los árboles no nos impidan ver el bosque, es decir, que nos centremos en lo realmente importante.
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