El Port de Barcelona, hoy primer puerto del Mediterráneo, ocupa un inmenso espacio de la fachada marítima de la ciudad, del que el Port Vell es parte. Se denomina así al territorio ocupado por el puerto histórico, como atestigua sobre todo la majestuosa presencia de Les Drassanes o Atarazanas, patrimonio histórico de Barcelona y del país, un conjunto gótico que inició su construcción en tiempos de Pedro el Grande (Pedro III de Aragón) a finales del siglo XIII. Liberadas hace mucho tiempo de la obligación de construir primero los barcos de la Corona de Aragón y luego muchos otros, hoy sus rehabilitadas instalaciones conservan en buena parte su esplendor gótico y están destinadas a fines culturales y recreativos albergando el Museu Marítim de Barcelona (MMB).

En las aguas del Port Vell se mecen dos Miraestels a manera de guardianes o vigilantes de las aguas, como los quiso su autor, el artista Robert Llimós: con sus pies bien asentados en una peana flotante, su porte erguido y su mirada alzada al cielo. En la ciudad de los prodigios, los Miraestels esperan pacientemente los prodigios celestes y recuerdan a los pacíficos paseantes cuanta belleza y cuánto misterio nos envuelve a los humanos de paso por el Port y por la vida.
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